Tratar de explicar
por qué escribimos es igual que tratar de explicar porque nos enamoramos. Hay
algo común en ambas cosas; diversas razones y ninguna concreta, mucho menos
única. También es algo parecido a tratar de explicar quién somos. No a qué nos
dedicamos, cuál es nuestro nombre, nuestro color de pelo, o de ojos. Escribir
es un acto espontáneo, un acto de amor.
Acabo de usar media
cita de Jean Cocteau, completa dice: «Escribir es un acto de amor, si no lo es no
es más que escritura», mi hermano escribió estas palabras en una
felicitación de cumpleaños entre las suyas para animarme a seguir escribiendo. Es
inevitable utilizar las palabras que emplearon otros, seguir la estela de
aquellos a quien admiramos. Yo comencé admirando al autor del primer cuento que
leí en Elche: El pastel de Roe Roe, admiré
a Charles Dickens por Oliver
Twits,
a Marc Twain, a Cervantes… seguí aumentando la lista de autores clásicos y
contemporáneos, mientras admiraba a mi hermano que, además de trabajar y
estudiar, escribía cuentos y ganaba premios que alegraban mucho a mi madre
cuando la llamaban por teléfono para decírselo, una vez ella le preguntó por
qué, si ya vivía en su casa, seguía dando su número, él contestó: «porque así te llevas tú la alegría primero»,
en cuanto pude retomé los estudios y puse las tildes en su sitio, continué
leyendo y comencé a escribir por presunción, quería que mi hermano se sintiera
tan orgulloso de mí como yo lo estaba de él. Conseguí ganar algún certamen,
publicar algún relato, lotes de libros y un dinerillo para viajar, pero el
mayor premio fueron sus palabras animándome a seguir su estela. Escribí para inventar
historias con olor a pan tierno, publicar en Internet, participar en Albanta
todas las semanas y también para jugar con él de grandes y en serio. Una vez,
sin ponernos de acuerdo, contamos la misma historia, la historia del cojín que
nos tirábamos a la cara de pequeños y un día se quemó en la estufa. La
complicidad une mucho; pactamos no echarnos la culpa el uno al otro. Él me
llevaba ventaja; catorce meses de vida y años luz de inteligencia, yo escribí
primero la historia a mi manera y el ordenador se tragó mis letras de novata
informática, ¡bah!, me dije, como la zorra del cuento, total no valía la pena
contarlo, luego lo escribió él con licencia poética y se lo leyeron en la
radio, entonces lo volví a escribir y le
propuse un juego. Le bastaría con teclear mi nombre para encontrar el relato y
sorprenderse con nuestra foto de pequeños. Nos lo íbamos a pasar muy bien.
Pero el destino
tenía otros planes. Dolor, rabia, impotencia. « ¿Por qué escribo? ¿Quién me
manda proponerte un juego?»...
Un amigo de Albanta
me dijo entonces: «Carmen, no descuides
ahora a tu familia y escribe, porque escribir es otra forma de llorar”. Han pasado casi siete años de la
muerte de mi hermano y aquellas palabras me siguen pareciendo una de las cosas
más hermosas que me han dicho.
Lloraron también en
un papel mi padre y mis hermanos. Escribieron. Quién escribe alguna vez desde
el fondo de su alma, no vuelve a ser el mismo. Quien ama profundamente tampoco.
Aunque el texto sea inventado, si las entrañas te dictan algún párrafo, en ese
cuento das parte de ti. Igual que cuando besas con los ojos cerrados y el mundo
alrededor se borra porque sólo existes en el contacto de esos labios, envoltorio inconsutil que te acerca y te depara del ser que estás besando.
Así que por un lado
escribir es volcar todo el dolor que se pueda en un papel y por otro escribir es dar la mejor flor de
ti a los demás.
Escribo para buscar
algo que no sé si existe y mucho menos donde está.
Escribo para soñar
despierta, para abrir un mundo paralelo que se ajuste mejor a la víscera
sensible, bella y oscura, que llevo dentro. Escribo para conocerme, aceptarme y
dejarme querer.
Escribo para
transgredir, porque me gusta lo prohibido.
Escribo porque amo
las nubes y no alcanzo. Para crear y destruir. No sé para qué escribo, pero
sufro y disfruto haciéndolo. Igual que disfruto y sufro amando. Escribo para
sentir.
2 comentarios:
Hermoso tu espacio, sublime reflexiones, celestial tu alma. No dejes de volar llevando contigo lo que el Creador nos regala al nacer: EL AMOR FRATERNAL. No dejes de realzar tu presencia visitando mis espacios. Te seguiré sin lugar a dudas, por que nos une esa vocación de hablar desde el alma.
No sé porque escribimos , tal vez para darle luz a ese pequeño pais que llevamos en los dedos, para ponernos cara a cara con los recuerdos, para rescartar a las palabras y que no se queden en la garganta. Para dotarlas de biografía, como has hecho en esta entrada tan entrañable.
Tenías ganas de verte por aquí, y lo has hecho de una manera muy hermosa.
Yo estoy escribiendo poco y leyendo entre otros a Wislawa Szymborska
Un besito
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