domingo, 14 de octubre de 2007

El hombre rígido

Viajábamos, yo era una niña que absorbía el paisaje por la ventanilla. La nariz y las manos cercando al resuello. El paisaje era aburrido, monótono, a través del cristal siempre se veía lo mismo, una película de árboles casas y sembrados, ni una montaña.
Hasta que de repente apareció un hombre tendido en un reguero, rígido, su cuerpo haciendo de puente, los riñones en vilo, y la cabeza sobre una almohada de tela azul.
Pregunté a los mayores si habían visto al muerto y dijeron que no, sonríe que sonríe a todo le restaban importancia. Trataron de convencerme de que dormía.
Durante mucho tiempo determinada configuración del paisaje me sobresaltaba. Cualquier cosa azul me recordaba el raso de aquella almohada. La cabeza lejana, morena, quieta.

Los muertos jamás me han dado miedo, es más cuando son cercanos necesito verlos, sin embargo la primera vez que vi a mi padre tendido, con los ojos cerrados, las manos en la nuca y la cabeza en la almohada, lejana, morena, quieta, me asusté mucho, y lo desperté de un grito.