viernes, 25 de abril de 2008

Juguetes


Hace muchos años tuve una balanza con dos platillos dorados y cinco pesas colocadas de mayor a menor debajo. Podía pesar cosas pequeñas, y pequeñas cosas. Un tomate no cabía si era grande. Podía poner una paraguaya, o un puñadito de arroz.
La balanza era el sueño de una tienda. La emulación de lo cotidiano reducida a un juego. La posibilidad de ofertar productos, atender al público, pesar, vender y ganar dinero.
Y era también una visión de futuro, una lección práctica, un ejemplo, una advertencia, había que guardar el equilibrio, repartir el peso, calcular bien, unos granos de maíz a un lado y la pesa pequeña al otro, o la mediana contra unos garbanzos, se podían pesar pipas de girasol, pero si llenabas el platillo de canicas o de piedrecitas no había pesa grande que valiera, ni siquiera todas juntas, el platillo se descolgaba y se hundía hasta la base del juguete.

Ya no la tengo, pero aún practico el equilibrio como un rito, como un juego.

jueves, 17 de abril de 2008

Cita a ciegas

Las cosas que escribimos, ya han sido escritas antes, no importa el orden de las palabras sino la idea que las promueve. Porque las cosas que pensamos, o sentimos, existieron antes que nosotros. Todo ha sido ya imaginado, soñado, sentido y vivido con antelación a nuestros ojos.
!Porque todos somos tanto, y tan poco!
Visité la explosión de Yoly Alonso por casualidad, o causalidad, que ahora viene siendo en mi vida lo más habitual. Y constaté que ella había pintado las cosas que yo he visto y me gustaron. Como me gustó ver en sus cuadros mis miradas al campo, un ramo de flores secas colgado en la pared de la casa de mi abuela, o de la suya, una escalera con flores moradas como sentidos golpes de un destino, y el pórtico del convento de Bonaval, tan bonito y deteriorado como cerca del río por donde fluye parte de mi sangre, discretamente camuflada en su fondo gris pizarra.
Di mi teléfono en el Centro Cultural para ponerme en contacto con ella, y quedamos para tener una cita a ciegas.
-Bueno, ¿Como eres? Le pregunté por teléfono.
-Tengo el pelo rizado y pelirrojo. ¿Y tú?
-Moreno, rizado también…
Nos encontramos al día siguiente y mantuvimos una agradable charla sin prisas, de esas que sólo se dan de vez en cuando. Aceptó mi propuesta: publicar fotos de sus obras junto a mis escritos, pero aún tengo que hacerlas, dijo.
De ahora en adelante podréis disfrutar sus cuadros en este espacio, siempre que yo escriba de un tema relacionado. De momento, en la imagen de arriba está el que le he comprado.

lunes, 7 de abril de 2008

Actriz por un día

No se oyó una mosca durante hora y cuarto. El público era incondicional y benévolo, como sólo los parientes y amigos pueden serlo. Nos íbamos presentando unos a otros. Poniendo y quitando el escaso el atrezo mientras los aplausos.
Daniela es la benjamina del grupo, hizo un texto sobre la infancia. Es algo tímida, pero divertida y espontánea. Capaz de compaginar sus exámenes de selectividad con los ensayos de esta primera experiencia teatral y la memorización de un escrito lleno de guiños humorísticos que no entendía al principio, porque cuando en España anunciaban aquellos juguetes y aquellos payasos salían en la tele a preguntar:
¿Cómo están ustedes?
Su madre aún no la había concebido en Perú.
La pronunciación de Belén Terrón y sus gestos son tan hermosos como su rostro y algunos detalles que no se ven pero se notan. Es bella por dentro y por fuera. Parecía una mujer africana declamando con acento mandinga “Sólo tres palabras.” Fue una artista trabajando en el aire telares y cerámicas mientras hablaba.

Belén Gutiérrez estuvo soberbia en uno de los papeles más difíciles. Es tenaz como ella sola. Desde octubre lleva acarreando la sábana antigua, blanca, que se va lavando mientras interpreta, desde el enamoramiento hasta el terrible e inesperado final, a una mujer maltratada. El último día vino a la muestra de teatro con una lavadora de cartón y corcho hecha por ella para que el público no tuviera que imaginársela en una silla de asiento rojo con patas negras. Vale mucho, por algo la dejaron para el final.

José Luis se presentó a la cita muy elegante y con el pelo recién cortado. Nos cogimos de la mano “amorosamente” como si los ojos de nuestra vida (su mujer y mi hijo, por citar sólo dos pares) no estuvieran mirando. Era una cena íntima que terminó cuando me negué, enérgica, a su descabellada proposición. Él hizo perfectamente de psicópata después en “Pirámides” y yo soy un imán de locos. Así que nuestra extraña pareja encajaba de alguna extraña manera.

Piedad fue por algo la primera en actuar. Es muy buena. Con un monedero en la mano hablaba de su obsesión por ella, de su dependencia y parecía que hablaba de un amor. Es una actriz dramática, puro nerviosismo y concentración previos. Como una profesional del juramento se comprometió muy en serio a no acercarse más a una máquina tragaperras. Qué bueno estuvo ese momento.

El texto de Paloma Pedrero lo tuve entre manos tres meses. Al final lo hizo Susi. Ella tiene tablas, aunque no sean exactas (canta y baila en otro grupo) y sabe improvisar y salir del paso como nadie. Estuvo muy graciosa. Se apoyaba en la mesa y en el papel para contar “su experiencia” durante un masaje terapéutico. Que ese apoyo para no olvidar un texto tan largo, trabajado en tan poco tiempo, quedase natural, sólo ella supo hacerlo.

Luis Hostalot, el actor responsable del grupo, presentó y despidió el acto. Al final, cuando subió al escenario dijo:
-Muy bien, eh, muy bien, chicos.

Hay que creerle porque cuando estuvimos mal también lo dijo. Es fácil recibir lo que da y difícil dar lo que exige. Empezamos veinte y quedamos siete. Seis tienen talento y mi saco de inseguridades, actriz por un día, estuvo entre ellos, sin más mérito que el de la resistencia, del si quiero puedo.
Les doy las gracias a tod@s por permitirme vivir ese momento.
Saludamos cogidos de las manos, aplaudieron y bajamos del escenario.


María Luisa estuvo entre el público y nos abrazamos en la puerta. Mucho, mucho más fácil que actuar fue decirle lo que siento por ella.


Carmen Orozco