viernes, 30 de agosto de 2013

Amarillo infinito

Los hombres miraban aumentar sus sembrados desde las ventanas, cuando todavía eran verdes y aún había esperanza. Cada siete minutos las cañas daban un paso al frente y giraban un grado su color, la cabeza de las espigas retrocedía un instante para tomar impulso, y se alineaba con el resto en una ligera sacudida de viento. 
El ejercito avanzaba firmemente, amarilleaba poco a poco, centímetro a centímetro, cubriéndolo todo. Una mañana la mies llegó a los establos, al mediodía rozaba la grupa de las vacas, provocandóles cosquillas y picores. Otro día el trigo se asomó a los umbrales, atravesó las puertas, subió los peldaños de las escaleras, trepó por las chimeneas y cubrió de amarillo los tejados de las casas. 
Un sábado por la tarde, a mediados de mayo, su aliento llegó a la cancela y las tapias del cementerio, los granos y sus ásperos filamentos se enredaron entre las cruces de mármol y de hierro, jugó entre lápidas con los nombres de los muertos en relieve. 
El pueblo entero, la carretera y el camposanto se inundaron de un olor a pan anticipado y nutritivo, que mareaba de tan intenso. 
Las mujeres con los niños de la mano abrían caminos para ir a cualquier sitio, los surcos enseguida se volvían a cerrar sobre sí mismos. Los perros y los gatos acamaban en un rodal que se procuraban con el cuerpo y aplastaban con las patas. Los pájaros ya no cantaban y apenas podían volar con los buches tan llenos. 
Los viejos movían la cabeza, se ponían la mano en la frente y callaban.
En el suelo las hormigas obreras formaban extensas y tupidas alfombras negras. Algunas morían aplastadas por las suelas de los zapatos, las vivas tenían las despensas llenas y tanto, tanto trabajo. 
La dorada tropa avanzaba irrefrenable hasta donde alcanzaba la vista y su comienzo no tenía fin, el cultivo pasaba tiñendo pueblos enteros de amarillo, montes, valles, todo cuanto encontraba a su paso. 
Con las barbillas apoyadas sin remedio en las espigas, los hombres veían un horizonte de amarillo infinito desde sus ventanas. Lo habían intentado todo, pero nada.
En junio el cielo era un espejo que reflejaba un mar amariillo de oleaje inverso, amenazante.
¿Llegarían segadores de todos los puntos del planeta con sus hoces? ¿Por dónde empezarían?