miércoles, 30 de enero de 2008

Palabras en libertad

Leí en Babelia, el suplemento de El País, un artículo sobre el IV congreso de la lengua. Una veintena larga de escritores proponían rescatar palabras en desuso de nuestro castellano. Cristina Cerrada, autora de “Noctámbulos” eligió inconsútil.
La palabra tiene una belleza de significados, es la piel de nuestro cuerpo, el uniforme de lo humano. Es algo sin costuras. Inconsútil es el cielo, el mar, la piel de la cereza, la membrana que envuelve al corazón.


Me gustan muchas palabras y algunos significados.

Una página de Internet, proponía hace tiempo elegir las diez palabras más bonitas del idioma. Escribí estas:

Paz, luciérnaga, iceberg, boina, espiga, rosal, tesoro, ánimo, deseo, etcétera.

Hice una pequeña trampa inofensiva, porque con la primera letra de las ocho intermedias se forma otra: libertad, y la última encierra en sí misma una posibilidad de palabras infinita.

La foto que he puesto, aparentemente no tiene nada que ver con el texto, la tome hace dos años a una casa inclinada hacia delante, en Amsterdam, pero al elegirla me he dado cuanta que el color con el que está pintada tiene algo de inconsútil, como la piel de los labios, la del corazón o la de la cereza. Y además por el cielo, aunque no se aprecia, íba una paloma volando, en libertad, y quizá desde su altura viese el mar.

viernes, 11 de enero de 2008

El costurero


El costurero llegó al pueblo cuando yo tenía nueve años, y tuve que esperar un curso entero para abrazarlo. María Luisa Horcajada se lo vendió a mi padre con cien papelitos de azafrán, muy bien doblados, dentro. Fue mío desde el principio pero tuve que esperar hasta que se vendiera el contenido.
No era un costurero, era, y sigue siendo, una caja de madera decorada con una estampa andaluza.
Preparé los hilos de colores, enrollados sobre papeles con dibujos de la escuela. El canutero de madera lleno de agujas finas. La almohadilla, o acerico, para los alfileres con cabezas de colores. Un dedal de plástico rojo, cinta métrica de papel y unas tijeritas.
Quienes entraban a la tienda admiraban tan hermosa caja. En junio nos dieron las vacaciones y, al fin, puse los hilos dentro, el canutero, el dedal y las tijeras.
Más de treinta años después todavía lo tengo. Cuando abro la tapa hablo con el tiempo.

martes, 8 de enero de 2008

Reflejos

La Fuensanta, de Julio Romero de Torres


Hoy me he mirado al espejo, y sí, tengo la edad que aparento.


(¿Se refleja el alma en los espejos?)

jueves, 3 de enero de 2008

Julián y yo



Tus palabras:

El pájaro loco
Mirad bien la base de los árboles hasta que déis con un montoncito de serrín pegado al tronco: unos dos metros más arriba estará el nido del pico picapinos. Esperad escondidos a que el padre o la madre venga a cebar a sus crías y cuando esté dentro tapad el agujero con la bolsa de plástico que tendréis preparada. Al salir, el pájaro será vuestro. Guardáos de su pico y no lo metáis en una caja de madera ni en un armario. Sé lo que me digo


Las mías:

El nido
La nata de la leche con azúcar sobre la rebanada de pan tibia. Cola cao en el vaso y en el bigote. Madalenas con su nevada de azúcar en la cima. Mama presumiendo de que en el horno han dicho que las suyas, las nuestras, han salido muy bonitas. La radio puesta antes de ir a la escuela. Y tú negándote a contar donde está el nido que te sabes.
-Por favor, por favor.
-Vale, pero no lo toques, porque si lo haces, si tocas la cáscara del huevo la madre aburre a los polluelos.
-No los toco, pero dime ¿Dónde, dónde?
Haces un plano verbal, de piedras, hierbas, medios giros, pasos contados y lomas a la izquierda.
A la vuelta de la escuela fui a buscarlo y lo encontré. Pero el plano era tan amplio, tan minucioso y detallado, que ocupó todo el espacio en mi cerebro de nuez de los siete años, no cabía el “prohibido tocar”. Sólo cogí uno de los tres huevos moteados que había, pequeño y suave, fue un tacto mágico y la emoción hizo que me sudaran las manos y el sudor hizo que resbalara el huevo y la fuerza por sujetarlo hizo el resto.