martes, 11 de agosto de 2015

Campo de estrellas


Se erotiza mi lengua y acaricia mis dientes al evocar tu nombre: Itziar. Fue el mejor año de mi vida, y también el peor, digo mirando la foto que guardo en un sobre con letras azules dentro de un cajón. LLevas la misma ropa ajustada de entonces y conservas intacto el brillo de los ojos. Basta mirar tu imagen e inspirar lentamente para recobrar el ritmo de tu respiración en mi hombro, para revivir tu olor a flores confitadas y besos de sal, para saborear de nuevo las almendras tiernas de tu boca, Itziar. Hoy digo amor en todos los idiomas que sé a medias, mientras tú sigues sonriendo en la foto como si me vieras. Tu figura se empaña de emoción y tu juventud insolente cobra crueldad de espejo y refleja a un hombre de mirada vieja y corazón sensible. No he olvidado nada, Itziar, ni siquiera el trastorno bipolar de aquella primavera loca; el sol nos daba latigazos de calor, la lluvia salpicaba los cristales que mi madre acababa de limpiar siempre, y el viento nos despeinaba con arrebatados soplos y jugaba a levantar el ruedo de tu falda y arrancarme la primera chaqueta de adulto que mis padres me regalaron para reyes.
Las fotos del primer y último verano contigo muestran la versión más feliz del joven que fui y el pulso levemente acelerado en mis sienes adultas, confirma que aún me estremecen lejanos acontecimientos, Itziar. Recuerdo el cariño y la avena que le dimos a Chusky, la perra del pastor, para sanar los recovecos de su alma intestinal. La risa de nuestras travesías por los campos de maíz, los arañazos en tus piernas, dibujos resecos que me atreví a borrar humedeciendo al principio la yema del dedo y después directamente con los labios y la lengua. El último curso acabado con buenas notas. El calor del verano medrando a la vez que nuestro amor. Los abrazos en la playa, arropados por la complicidad del acantilado. La sorpresiva pregunta de si te amaba y mi callada respuesta: ¿Cómo iba a saber amar si no había aprendido a vivir? !Me costaba todo tanto esfuerzo! Nunca tuve facilidad para nada que no fuera sentir el peso de las nubes en mi cabeza, Itziar. Era un chiquillo arrastrando siglos de tormenta. Tú cambiaste la triste sinfonía de mi existencia, y yo inventé un dialecto solo para ti,  mezclado con otros idiomas el poco euskera que sabía, lo inventé para decir ternuras sin tener que pronunciarlas literalmente y evitar sentirme rídiculo. Me erotizaba el estallido de tu risa al oírlo. Solo tú fuiste capaz de descifrar que nunca aprendi nada del todo. Ni siquiera a vivir. Te burlabas de mis torpezas, y tu befa risueña, lejos de la ofensa, invitaba a mejorar.
Se erotiza mi instinto canibal al pensar en tu cuerpo, Itziar. Queso idiazabal, pan de hogaza, y pasto aspirado a las afueras del caserío. Saco mi zurrón trashumante y mastico tu recuerdo como quien ama el pan con dientes de leche y aplaude el queso con las muelas del juicio. Soy una vaca rumiando nuestra historia en la hierba fresca. Me la trago y la regurgito entera para volvermela a tragar en este ritual afectivo.
Quizá ya era todo un hombre, Itziar, pero lloré como un crío cuando mis padres me anuciaron en octubre y con tanta alegría el traslado.
Quizá ya era todo un hombre, Itziar, pero no supe qué decir cuando me entregaste la carta para que la leyera al llegar a  Melbourne.
Quizá ya era todo un hombre, Itziar, cuando saqué tu foto del sobre y acepté el compromiso de escribirnos a 16.981 kilómetros de distancia, al menos una vez al año, mientras nos recordáramos, y leerlo a un campo de estrellas.
!Como si se pudiera olvidar! La perspectiva del tiempo sirve para poner focos de luz a los momentos felices que vivimos sin saber la importancia que tuvieron. Te amo, Itziar, desde la altura de los pinos que miran al mar, y desde aquí abajo. Te amo, Itziar, y me hago suelo para reflejar tu cielo. Te amo, Itziar, y ya no me da vergüenza decirlo, quizá porque de todas formas te ries, y con tu risa erotizas la piel de mi cuerpo entero. 

He inventado la palabra erostalgia, Itziar, y he probado todas las preposiciones y la mayoría se adaptan bien entre el verbo leer y el significado de tu nombre.

3 comentarios:

Miguel dijo...

Me ha gustado muchísimo lo que has escrito, le has concedido una honda ternura a ese nombre, he leído con mucha atención todas las pinceladas que has construido para que conozcamos a Itziar, has cambiado la larga distancia por la inmediatez.
Itziar para mí ahora es un nombre que explota en medio de un recuerdo, es un tatuaje, una herida, es presente, es alegría
y sobre todo es esperanza.
Un abrazo Carmen

Miguel dijo...

Muchas gracias Carmen, sé que a veces me olvido de las cosas importantes, el 9 de noviembre también es un nombre

Felicidades por tu cumple con retraso

Luci dijo...

Lo que toda mujer esperaría que un hombre le escribiese.

Muy bellas confesiones epistolares, Carmen.