miércoles, 19 de marzo de 2008

Croquetas para Irene

A Juan le dije que había heredado un imperio y se lo creyó. Porque soy muy rica. Pero la verdad es que todo empezó con las palabras de mi sobrina, primero dijo:
-¡Uum, pero si hay croquetas!
Luego dijo:
-Están muy buenas, tía.
Y por la tarde, al despedirse con un beso, añadió:
-Muy rico todo, pero lo mejor de la comida, las croquetas.
A un segundo plano pasaron el queso puro de oveja y el salmón ahumado del aperitivo, la sopa de marisco y el cochinillo asado. Yo ya sabía que me salían ricas, pero me reafirme con aquellas palabras de reconocimiento y empecé a invitarla cada vez que las hacía. Luego compré un trozo de tierra sin futuro y se me ocurrió lo del chiringuito, la gente venía al principio porque no había otra cosa para entretenerse alrededor. Y después el boca a boca trajo gente de otros sitios, y cuando quise darme cuenta tenía una chica rumana aprendiendo la receta conmigo en la cocina y otra en la barra atendiendo a los clientes. El negocio de pequeños kioscos se fue extendiendo como una mancha de aceite, y todos daban mucho trabajo y mucho dinero. Contraté cocineras, camareros, contables, asesores, y gente que se encargaba de contratar a gente hasta que al final tuvimos un restaurante en cada Centro Comercial. Yo ya no trabajo claro, y cuando Juan me preguntó como había conseguido vivir sin trabajar le dije:
-Es que he heredado un imperio, tío.

2 comentarios:

Waiting for Godot dijo...

La croqueta tiene una pinta de muerte. Besos.

Marian dijo...

Pues no te quepa duda de que más de un imperio habrá comenzado con algo tan simple como una croqueta, que por cierto con lo que me gustan y el hambre que tengo en estos momentos... me voy a la cocina.
Besitos.